jueves, 5 de junio de 2014

REFLEXIONES SOBRE LA CONDICIÓN HUMANA



Palacio de los Guzmanes, sede de la Diputación Provincial

       Además de mi ALEGATO CONTRA LA VIOLENCIA ASESINA, quiero dedicar hoy otro capítulo de mi blog para hacer algunas REFLEXIONES sobre lo imprevisible y enigmático de la naturaleza humana. Aunque, desde el momento del vil asesinato de ISABEL CARRASCO, han llovido páginas y páginas en la prensa escrita, y horas de programa en los medios audiovisuales, todavía no se ha levantado el secreto de sumario; con lo cual, se pueden estar realizando una serie de juicios paralelos antes de que se pronuncie el Ministerio de Justicia.

       No obstante, lejos de mi intención hacer ningún juicio de valor  sobre las personas imputadas. Apoyándome, una vez más, en la columna de mi hijo (al que le tocó dedicar cientos de horas, junto con otros compañeros del Diario de León, al tema que ha ocupado la actualidad de los últimos días), paso a glosar  lo que él publicó bajo el título de EL ASCO en dicho periódico.


El río BERNESGA en las recientes inundaciones


       "Nos hemos vuelto a colar en la tele por donde salen los desperdicios, entre informativos y programas de prime time matutino en los que las enviadas especiales describen el comportamiento de "los lugareños". El camino se nos ha abierto en la pasarela del Bernesga en la que quedó el cuerpo de Isabel Carrasco el lunes (12 de mayo), a media tarde, cuando los jubilados soplaban las mariposas del pulgón de las gramíneas para que no les mancharan las zapatillas recién compradas. Esa excrecencia que se desperdigó en horas por la ciudad, la alfombró desde el paseo de los parques hasta las alcobas y terminó por vomitar en las redes sociales, en las barras acodadas de los bares, en los reservados con velador en los que se fraguan las conspiraciones políticas y hasta el mismo suelo del puente, todavía con la sombra de la sangre fresca como un holograma, sobre la que un valiente quiso dejar su testimonio de infamia. Los rastros salidos al paso de la condición humana en los que la turbamulta es capaz de jactarse en tercera persona de que se alegra del asesinato de una vecina, sin darse cuenta de que se equipara con ese escalofrío que les levantaba la piel cuando oían que los gudaris brindaban en las herrico tabernas del País Vasco hasta no hace mucho, al marcar otra muesca en el tricornio. ¡Qué asco!

       La muerte, por trágica que aparezca, no mejora a una persona, sobre la que cada cual puede tener una opinión más o menos fundada, pero tampoco puede ser usada como pasaporte para cobrarse facturas que no se han podido liquidar en vida, como excusa para desenvolver los odios que se han cultivado con esmero, como pero en el que colgar un cartel que señaliza qué asesinato tiene una coartada legítima. No es necesario el cinismo de los aduladores, aunque tampoco la inquina de los pobres de espíritu, ya sea en una conversación de a pie, en un tuit cargado de faltas de ortografía, en una canción de tres acordes colgada en Internet o en un mensaje de móvil. Todos son ejemplos de lo que se debería condenar con la indiferencia, no con la indulgencia, ni con la sanción administrativa que convierte al tonto que grita en una esquina en un orador con trono, en un damnificado del estrechamiento de la libertad de expresión; ese espacio que tendría que acotarse por sí solo con la condena social, como se hizo siempre.

       Qué miedo, por Dios, pensar que yo también soy humano".